Mis Raíces
Me gustaría poder contarles un poco más de mi familia, pero lo poquito que puedo compartirles, para mi, representa algo hermoso. Me llamo Vanesa Sanchez Levis, soy Argentina, nací en la Provincia de Buenos Aires. Crecí en una familia de raíces españolas e italianas por parte de mi padre e igualmente por parte de mi madre.
Mis abuelos eran argentinos, salvo uno de ellos, mi abuelo paterno Pedro Sánchez que nació en España y llegó a la Argentina siendo él muy pequeño. Las raíces italianas vienen por parte de mis bisabuelos, ellos eran de la región de Piamonte y de Génova.
Lamentablemente, mi papá no pudo conocer a sus abuelos maternos porque fallecieron antes de que él naciera. Yo tuve la dicha de conocer a mi bisabuela paterna Sofía Rodríguez, ella era española y la recuerdo en su mecedora con su pelo blanco recogido en un rodete y una sonrisa en su rostro
Ciertamente fueron mis abuelas que continuaron con las costumbres, con las comidas o frases de sus respectivos padres que, hoy en día, forman parte de mi familia. Mi mamá, por ejemplo, tiene hermosos recuerdos de sus abuelas y tías, cantando mientras cocinaban o amasaban pizza, mesas largas en las reuniones familiares en donde no faltaba nada para degustar. ¡Que increíble era lo que cocinaban esas mujeres! En las Navidades, las mesas eran eternas: la familia entera se reunía para celebrar, se cantaban canciones a la hora del brindis. Mi Tía abuela Velia con el antipasto (con diferentes clases de pescados) daba comienzo a la cena.
Dentro de las comidas se recuerdan los alcauciles al infierno, caldo con papas y aceitunas, el grelo, coles negros con polenta (el preferido de mi abuelo), la achicoria hervida con aceite y ajo, los niños envueltos y funghetto de berenjenas, además de las pastas caseras. Mi abuelo le hizo, incluso, una ruedita a mi abuela para que cortara las pastas. A ella le encantaba la sfogliatella de postre. Mi abuela paterna siempre mencionaba a la Bagna Cauda, de origen piamontés. Los domingos se preparaba el vermouth, eso no faltaba nunca previo al asado.
Con mi hermana nos acordamos siempre de la Tarta Pasqualina que hacia abuela, era deliciosa, no había otra que se le asemeje, el sabor que tenía era especial. Es más, hoy en día la seguimos preparando de la misma manera pero el sabor es distinto… eran las manos de quien la preparaba.
Cuando se acerca una tormenta en mi mente veo a mi abuela diciendo ¡Un vento e una terra! Palabras como “Un schiaffo ehh”[…] o “come cebolla que Fa bene alla testa!!”, son parte nuestra.
Incluso, mi mamá desde pequeña, escuchaba hablar en genovés especialmente cuando se juntaban a contarse algún secreto o chisme o de su vida cotidiana, entendía todo pero no lo hablaba.
Recuerdo con mucho amor, que cuando yo era muy pequeña, le llamaba a mi abuelo (materno) Babo y por consecuencia a mi abuela Baba. Fui la primera en llamarlos de esa manera, luego mi prima y hermana continuaron diciéndoles de la misma forma; mi mamá se sorprendió porque nadie me había enseñado en llamarle así a mi Abuelo. Tengo maravillosos recuerdos de ellos y siempre están presentes.
Cuando se acerca una tormenta en mi mente veo a mi abuela diciendo ¡Un vento e una terra! Palabras como “Un schiaffo ehh”, “Ecco lo qua” y “vaff…” (cuando se enojaban por algo) o “come cebolla que Fa bene alla testa!!”, son parte nuestra.
Mi abuela nos enseñó una frase que se la decíamos a mi abuelo, que era algo asi:
“Questo è un bell’occhio e questo è suo fratello; questa è una bellissima orecchia e questa è sua sorella, questa è la porta della chiesa e questo è il campanin che fa tilin tilín”
Al decir esta frase, mirábamos a mi abuelo, a su rostro y con nuestros deditos le marcábamos sus ojos y sus orejas, su boca, que era la puerta de la iglesia y su nariz cuando habla de “campanin” y a mi abuelo le decíamos que le hacía “tolon tolon” porque su nariz era muy grande y justo en ese momento explotaban las risas. Aún hoy en día sigo recordando esta frase con mucha ternura.
Cada Navidad, preparo unas galletitas de manteca que mi abuela le llamaba “Cubeletis”. Las hacia mi tátara abuela hasta llegar a mi. Es una receta simple pero con gran valor sentimental. Las preparo solamente el 24 de diciembre desde pequeña junto a mi abuela y luego ella era la que me controlaba como yo las hacía. Por esta razón, esa tradición es sagrada para mí, no hay Navidad si no están las galletitas de mi abuela.
Aunque mis raíces son bastantes lejanas, mi cariño aumenta cada día más por esos recuerdos. Espero poder cumplir mi sueño de conocer el lugar de donde ellos provienen.